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  • Foto del escritorMariana García Guschmer

La mujer y lo femenino desde el psicoanálisis.


El recorrido para la construcción de la mujer y de lo femenino, desde el psicoanálisis, tiene una perspectiva que es interesante de tener en cuenta:


El psicoanálisis no piensa la sexualidad sólo desde la genitalidad, sino que abarca mucho más que este punto, podemos decir que es superador. La sexualidad tiene, según Freud, una dimensión mucho más amplia que implica la relación con el otro, el encuentro (o desencuentro) con lo diferente y lo que en esa unión suceda.

La especie humana es sexuada y así es como se reproduce. De esta manera se perpetúa y ha conseguido, en el curso de la historia de la humanidad, los logros y avances de los que disfruta. En esa danza de relaciones que entabla el sujeto, en ese intercambio permanente que mantenemos con el mundo, trae filogenéticamente todo el bagaje que miles de hombre y mujeres lo heredaron.


No se sabría nada de lo sexual si no fuera por el Otro en mayúsculas, como lo llama Lacan, que no es otra cosa que el lenguaje. El lenguaje como elemento que nos determina y nos atraviesa. Ese lenguaje, está dotado de sentido, está cargado de significado y nos sobredetermina. La ideología familiar es la primera que nos producirá; las palabras, las frases que se formulen, que se escuchen, las que no se digan. Se harán inconscientes y serán el repertorio de nuestro hacer (inconsciente). Estará también tocada por esa filogénesis que vive en todos nosotros. No podemos olvidarnos, además, de la ideología dominante que atraviesa de manera hegemónica el mundo, a todos -queramos o no-. Estamos entre otros, porque somos sujetos sociales y psíquicos. O mejor dicho, somos sujetos psíquicos y sociales porque estamos entre otros. La buena noticia es que esa ideología, puede transformarse. Podemos movernos del lugar en el que estamos, podemos volvernos flexibles, navegantes de otras realidades. Podemos producir la realidad que nos resulte más plena y saludable. Para eso hay que hacer un trabajo.


Estamos viendo, de un tiempo a esta parte, por -entre otras cosas- la velocidad de la información, el acceso a los medios de comunicación y la explosión de las redes sociales, unas manifestaciones inéditas en pos de la mujer y de su participación y de la mejora de oportunidades y derechos. También es importante tener presente en la Europa en que vivimos, que no todo es Europa. Que los tiempos de construcción en otros contextos también son diferentes y que las singularidades de cada uno (incluso los pueblos, los países, etc.) son las que son y cada uno tiene su tiempo; un tiempo que no es estrictamente cronológico. Eso, también hay que tolerarlo.


Esta construcción viene de lejos, de muchos años y de diferentes maneras. Podemos bucear en archivos históricos, en la poesía, en la escritura que es la base material de la ciencia, como dice Miguel Oscar Menassa, en las diferentes ramas del arte y las ciencias, que muchas mujeres han hecho una grandísima labor.





Cierto es que muchas, muchísimas, más de las que hubiéramos pensado, han sido silenciadas. Muchas mujeres (y hombres) sobredeterminados por una ideología repetida históricamente han quedado en el camino. Hay responsables: todos y cada uno. Hay trabajo hecho de todas las partes para que la ideología se perpetúe. Es necesario hacer un trabajo diferente para cambiar el camino. La construcción de la femineidad se da en los hombres y en las mujeres, así como la masculinidad; en ambos sexos (biológicos) hallamos, necesitamos elementos que pueden atribuirse a uno y otro género. Son ineludibles para el desarrollo del sujeto, de los seres humanos y de la propia especie. La falta está en los ambos, sólo será cuestión de cómo nos paremos ante ella, de qué hagamos con ella. Aceptarla es preciso porque es aceptar nuestra mortalidad, es convertirnos en sujetos mortales. Cuando aceptemos esto, será cuando comencemos a vivir de un modo más pleno.


Los sujetos somos diferentes, singulares. Cada uno con su peculiaridad, de lo que se trata es de una igualdad de derechos y oportunidades y para eso, para poder modificar la realidad, es preciso transformarnos primero, en primera persona. Es la única manera de poder modificar algo en nuestra realidad, en nuestro real.

En psicoanálisis decimos que hay cuatro posiciones: hombre, mujer, padre y madre. En cada sujeto habitan estas cuatro posiciones y en el transcurso de nuestra vida pasamos de una a otra dependiendo de la circunstancia, de la ocasión. Todos tenemos significante padre y madre. No lo hay para “hombre” ni para “mujer”. En este caso, debemos construirlo, hacer el recorrido que nos lleve a la propia producción, a explorar qué hombre y qué mujer deseamos ser. Vamos componiendo estos significantes en base a la diferencia y a la similitud, a la singularidad de cada uno y siempre en estrecha relación con el lenguaje porque nacemos en él, nos antecede. Mas luego, tendremos que borrarnos de él, separar la palabra de la cosa para poder volvernos sujetos del deseo, que se producirá.


¿Y dónde aparece este deseo? Y el deseo viene montado en el lenguaje, es inconsciente. Viene dado en las palabras que pronunciamos (en las que nos pronunciaron primero, las que oímos), en las acciones que llevamos acabo. Viene dado en nuestro hacer y en la repetición que es el trabajo. Porque en la repetición también se producirá el saber, en la repetición se dará lo nuevo, en la repetición está el desencuentro que me pone -indefectiblemente- en el camino del trabajo, en las palabras. Lo que aprendemos verdaderamente no son las palabras; lo que se contagia es el deseo, es el deseante.


En este camino de visibilizar a las mujeres, de buscar la igualdad de oportunidades, de abrir caminos se sigan construyendo, tenemos que trabajar y seguir deseando participar, hacer, hablar, escribir… Lo que se contagiará, lo que “prenderá” será el deseo por eso lo importante es que sigamos haciendo, que sigamos trabajando para la mujer y el hombre que deseamos ser, para vivir plenamente.




(**)



Porque podemos haber nacido determinadas por un lenguaje, pero si somos capaces de montarnos en otros deseos, de sumar otras maneras diferentes, de ser tolerantes con lo diverso, también seremos capaces de nacer en esos deseos.

Porque, volviendo al inicio, no hay una representación de MUJER, sino que la construimos cada vez y cada una.





(**) Los cuadros son de izquierda a derecha:

1) Remedios Varo (España, 1908-1963)

2) Maruja Mallo (España, 1902-1995)

3) Marie Bracquemond (Francia 1840 - 1916)



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